music is life♥

viernes, 30 de enero de 2015

XIII


Ni el agua se figuraba que al desprenderse de sí, se desgeneraba o más bien se regeneraba en miles de pequeñísimas gotas que al depositarse en el borde de madera de la pileta lo hacían brillar con la ayuda del sol. El mismo sol que estaba presente en Asia, en America Latina, el mismo sol que alumbraba a directores de cine en los Ángeles, el mismo sol que entraba por las rendijas de una cárcel en Buenos Aires, el mismo sol bajo el cual jugaban niños en África, niños de a la vuelta de casa, el mismo sol que te alumbra a ti y a mí en este mismo momento, testigo de algo que crece de a poco pero con una fuerza incomparable.

Ni el agua ni el sol sabían el tamaño de su poder sobre lo que aún no somos pero podríamos llegar a ser nosotros.

Vos te volvés como un pez cansado o dolido, más bien mostrás quien sos, te volvés frágil, conciente de tu verdadera naturaleza. Y el agua te libera, te habla entre susurros que tenés que odiarte y quererte como sos. El agua te lo dice. Yo te lo digo. Vos a veces escuchas, a veces no. Pero se te abre un huequito de a poquito en la piel.

El sol me encandila, me da luz, me muestra el brillo, que a veces pienso que no tengo.

Pero el me lo muestra, y me dice, que esta mal ser yo a veces y bien ser yo en otras. Me saca de mi oscuridad interna. Me obliga a ser. El me obliga. Vos también.

Nos conocimos un día sin sol, ni agua. Te conocí a tientas entre muchos otros.

Nos vimos. Yo no te miré. Vos no me miraste.

El primer beso fue escaso, torpe, escondido, lleno de alcohol, olor a cigarrillo. Tampoco había agua. Tampoco había sol. Me sentí estúpida. No se que te sentiste. El primer beso fue escaso, muy escaso, poco sentido, sin querer, sin quererse.

El segundo fue arrebatado, sin querer queriendo, bajo un sol hermoso que prometía más.

De allí en más siempre fue así. Ni vos te alejabas del agua, ni yo del sol. Ni vos ni yo dejábamos de compartir nuestros tesoros, ni de intentar ser más, con el otro.

Porque bajo un sol de atardecer me bañaste de besos y cuentos, bajo una lluvia incesante de agua salada te hice bailar, porque el chorro de agua de la ducha caliente nos mojó entre risas, porque el sol nos seguía alumbrando aunque sea de a ratos a través de la ventana de tu pieza mientras vigilaba nuestra forma de querernos sin querernos, sin pensar si quiera de lo que nosotros aún no éramos pero estábamos más cerca que nunca de llegar a ser.


siendounpocomás

XII

Ella me contó que ese día te había llamado borracha de impotencia, de locura, de falta de cariño a las tres de la mañana. Y de que tú llegaste así, sin más que tu bici y tu sonrisa de gato escondida bajo la campera. Y la saludaste y ella te miro como si fueras un extraño, como si no te conociera como si nunca te hubiera llamado. Pero ella lo había hecho y tú estabas ahí. De repente todo se desequilibró ni tu estabas ahí, ni su amiga, ni las calles, ni la borrachera, ni la noche, pero ahí estabas con tu bici y tus ojos oscuros mirándola de costado. Ni siquiera sabía en que se había metido, porque había tomado el celular, marcado tu número, por que, por que tú…pero ahí estabas con tu bici, muerto de frío y cagado de risa. Como ella. Las acompañaste sí, a ella y a su amiga y llegaron a la parada. Eso me contó. Y que su amiga se fue para un costado, y tú al suyo…(donde más). Querías hablar, al menos uno de los dos esa noche sabía que quería, mínimamente. Pero ella no quería escucharte, tampoco quería hablar, no sabía que quería, pero igual te besó. Y tú la besaste. Y se besaron. Y fue hermoso. La noche era hermosa. Igual que ella, igual que tú, juntos. Quizás querías que la noche nunca acabara. Pero ella no sabía, que quería, si a la noche, a ti, o a ninguno, no sabía. Y por eso se subió sin más al 112. Y ahí la historia terminó.


Pero ustedes habían empezado mucho antes.


“vos no querés hablar”le habías dicho…



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